06 mayo 2006

Y COLORIN COLORADO...

Yo empecé este blog, ya lo saben, para divertirme y con la absoluta convicción de que jamás se molestaría en leerlo nadie. A lo sumo tres o cuatro incondicionales… ya se sabe la familia y poco más…
Pero las cosas de internet… se fueron sumando de “a poquitos” en una especie de yo te leo a ti porque tu me lees a mi… y ya ves…
Básicamente lo que yo pretendía era reírme un “mucho” de mí misma y un “más todavía” de mis circunstancias... Pero para poder divertirme contando algo tenía que encontrarle el punto cómico… aunque ese punto tuviera, a veces, un cierto regusto amargo.
Pero últimamente mi vida ha dejado de darme risa… así que… he ido dejando de escribir poco a poco.

Por eso llevo un tiempo pensando en hacer un post de esos de: “y colorín colorado este cuento se ha acabado” y... a hacer puñetas con el blog...

Pero mira tú que le he cogido cariño a mi paginita… a toda la gente que entra y la lee con paciencia y media sonrisa. Disfruto de los comentarios que me hacen con tanta buena onda y que me apostillen lo que les cuento. Que me den ánimos o que me los quiten. Que me digan cosas bonitas o que me jodan la paciencia y me manden al pedo. Que me cuenten que son fieles seguidores o que me convenzan de que soy una petarda… da igual.

Lo que realmente me gusta es saber que vuelven cada vez y... que los leen.

Así que, después de pensarlo un mucho, he decidido que en vez de dar cerrojazo al chiringuito… voy a contarles un bonito cuento.
Ahí va:

Érase una vez, mis dulces niños, un Príncipe (más o menos) muy guapo y muy listo y muy buenísimo él, que vivía en un país muy muy lejano, allende los mares… concretamente por el Caribe,… y una Doncella (es un decir) muy mona ella y muy limpia y muy todo, que vivía mucho más acá de los mares… más concretamente aquí mismito, a la vuelta de la esquina.

Los dos estaban muy tristísimos porque nadie les quería y estaban muy solísimos y aburridísimos y todos los ísimos que se puedan pensar y más.
Y ete aquí que, por esas casualidades tontas e inesperadas que tiene la vida loca, se encontraron sin buscarse y se miraron sin verse… y ya no vieron ni oyeron ni quisieron otra cosa que estar juntos… y desde ese día se prometieron amor del bueno para siempre jamásporlosiglosdelosiglosamen.

No me voy a poner a contar aquí las vicisitudes que pasaron, que como podrán imaginar fueron incontables, como aquella del dragón gordo, terrible y feroz que tenía prisionera a la doncella, o la otra del viaje cruzando mares y tormentas tropicales donde a punto estuvo de naufragar el pobre príncipe o la de…no… porque ya se sabe que en cualquier cuento importante pasan muchísimas cosas terribles hasta que los protagonistas pueden estar juntos pero…entonces no acabaríamos nunca con el dichoso cuento… (Los interesados en esa parte de la historia pueden adquirir el tomo I de la colección publicado por esta misma Editorial en la librería de su pueblo).


A lo que íbamos: Después de inenarrables aventuras y desventuras el príncipe maravilloso consiguió liberar a su adorada y los dos se casaron y vivieron felices y comieron perdices para siempre.

¡¡¡¡¡¡¡¡¡PPPpppiiiiiiiiiiiiiiiiipppppppppPPP!!!!!!!!!
Error…


_ ¿Que pasa?

_ ¿Cómo que qué pasa? Pues que no.


_ ¿Que no qué?

_ Que no... que no termina así el cuento… que con el tiempo la doncella se hartó de cocinar tanta perdiz a fuego lento y él de comer tanta comida enlatada.
Que el príncipe se dio cuenta de que la dulce y complaciente doncella no era ni tan dulce ni tan complaciente… y empezó cabrearse.
Y la doncella se dio cuenta de que el principe tenía un algo de rana y que en el fondo ella era republicana de toda la vida.

Hasta que un mal día dejaron de susurrarse “MI AMOR” para empezar a gritarse “MI ODIO” sacarse los ojos a mordiscos y dividirse su mundo en dos hachazos.

Ella se empeñó en inmolar su amor con una bomba lapa y trescientos kilos de Amonal Trilítico pegados a la barriga y él, artificiero manazas donde los haya, se empeñó en desactivar la bomba a cañonazos….
La explosión fue memorable. Los pedazos regaron varios kilómetros a la redonda del reino ensordeciendo a cuanto súbdito pasaba por allí.

Él salió despedido y destrozado a tomar por saco a otro reino y ella… se quedó aplastada entre las ruinas con un agujero en medio del alma y mirando con cara de imbécil como los pedazos escurrían pegajosos pared abajo.

Cualquier dulce esposa que se precie de serlo, se levantaría y correría pronta a recoger esa masacre limpiandolo todo con Ariel (que es el que lava más blanco) para que todo volviera a relucir como una sábana al fulgor del sol mañanero, para jugar después a médicos y enfermeras con su príncipe adorado.

Pero la doncella de mi cuento está hasta el ombligo de tanta monarquía despótica y ha decidido que quiere quedarse ahí, en su rincón, mirando los pedazos con cara de asombro y llorando litros de autocompasión y rabia hasta que se le gaste la tristeza, la pena y la mala leche.

Moraleja:
Nunca te empeñes en lo que está de ser que no, porque lo que no puede ser no puede ser y además… es imposible.