16 febrero 2006

SUEÑO SUS SUEÑOS

abrazo
Cuando me despierto entre la noche y noto que él está a mi lado, me abrazo rápidamente a su cuerpo con un sentimiento de agradecida complacencia, en la seguridad de no estar sola.
Ni siquiera importa lo enfadados estemos, que apenas habláramos durante el día o que al irnos a dormir no nos hayamos rozado siquiera con un beso. Aun así, el mal rollo no sirve en esos segundos de semiinconsciencia entre dos sueños. Es el kit-kat nocturno que permite saltarse a la torera la mala leche y abrazarnos.
Esa desconexión momentánea de nuestra realidad no tendrá repercusiones ni efectos colaterales y mañana seguiremos nuestro cabreo en el mismísimo punto donde lo dejamos.

En estos cinco años que llevamos juntando gustos y disgustos se ha levantado cada mañana tropecientas horas antes de que amanezca.
¿Para qué?... Ni puta idea.


_Cuestión de costumbre_ dice…

¿Qué costumbre???... ¿Es que eras picapedrero en la mina y tienes que levantarte a las cinco de la madrugada para ir a sacar carbón???!!!
Costumbre es rascarse detrás de la oreja cuando se está uno concentrando…

Costumbre es empezar el periódico por el final…
Costumbre es llamar al timbre de la puerta haciendo musiquitas: “Pipipipipi… pi piiiiiiiii”….
Pero levantarse a una hora en la que todavía no han puesto ni las calles, ni las farolas ni la gente… ni nada de nada, por puro gusto…no es costumbre. Es nocturnidad, alevosía, premeditación e insomnio.

Al principio, yo sentía un hueco extraño en el alma cada vez que al despertarme no le encontraba, y me desvelaba del todo sin remedio.
Pero con el tiempo he acabado encontrándole el punto a la cosa.
Resulta que su lado me parece ahora muchísimo mejor que el mío... más cómodo, más dulce... como que mi sitio se me gasta durante la noche y el suyo está fresquito y sin explotar.
Así que me reacomodo en su parte de la cama y me duermo de nuevo.

pesadillaA veces, su porción de almohada me insufla su discernir nocturno y sueño su sueño. Pero él no sueña con ovejitas y praditos verdes. No. Sus sueños son complicados como él y yo me paseo por ellos como el que va por dentro de una película que da un poco de acojono pero que no se puede evitar mirar porque la curiosidad puede mucho más.
Siento pánico de perderme en los vericuetos extraños de sus terrores y no saber regresar, por que no es mi sueño si no el suyo y desconozco los resortes que hay que tocar y los abracadabras que conjuran sus fantasmas. Es necesario un paracaídas en medio de la caída libre de sus pesadillas.

Por eso conservo siempre las piernas en mi zona, en una especie de “te pillo tu sitio… pero si estoy tocando mi lado, aunque sea con un pie, estaré unida al fragmento de colchón que me conoce”. Ese cachito sabe de mis ensueños y mis angustias, territorio conocido del que tengo cartografía y brújula.
Un arnés de sujeción a mi misma para salir del territorio de peligro, replegarme al punto seguro y desde la distancia, sacar la lengua a sus monstruos, mientras me doy la vuelta. Miro entonces el pedacito de día que se asoma por la ventana, sabiendo que a mi espalda queda un agujero que se cierra lentamente, los miedos cuchichean ahí detrás... pero no podrán venir hasta aquí por si solos y nadie les tenderá un puente hasta mi alma.

Estoy segura que él sabe que me gusta andar por allí tocándolo todo y descolocándole las cosas… pero como nunca me ha dicho nada supongo que no le importa demasiado. Quizás piense que entro para saber como es un sueño de verdad… uno realmente importante.